"La tristeza de la Vía Láctea", el disco póstumo de Andrés Lewin


Texto: Edu Gascón

Ya está a la venta en tiendas y plataformas digitales “La tristeza de la Vía Láctea” el disco póstumo del hace pocos meses fallecido Andrés Lewin. Antes de partir hacia ese otro lugar, Andrés Lewin nos dejó un regalo. El mejor legado que un músico puede poner a disposición de los que todavía nos quedamos habitando el mundo y con el que había estado trabajando a conciencia durante sus últimos meses. "Este será el disco de mi vida" solía aseverar entusiasmado mientras daba forma a estas diez canciones junto al productor Pablo Cebrián, en quien había encontrado la horma de su zapato sonoro.

Parece que en una de sus conversaciones con los astros, en su constante búsqueda del entendimiento universal, estos le hubieran desvelado su propio final. Él, que escribía verdades, tallaba conciencias y revestía de belleza la realidad, decidió bautizar su nuevo y tercer disco con el nombre de “La tristeza de la Vía Láctea”. Un álbum para el que había reunido todas las capacidades compositivas y melódicas en ese haber suyo que, desde su primer álbum en 2003 y su segunda referencia cinco años después, demostró brillante a base de composiciones atemporales.

"Las despedidas nunca son perfectas y siempre son tristes" canta Lewin en "Iluminados", el tema encargado de abrir el disco, y que hoy se erige como un crudo vaticinio que solo él podía convertir en dulzura a través de su voz cálida y personal. El instinto y las dosis de autenticidad que acaparan la atención de "Buen camino", animan a pararse a saborear a tempo lento la sensibilidad de este genio, maestro en poner letra a la experiencia humana. En "Una vuelta de Halley", su guitarra se dispara hacia las cotas más viscerales en ese arranque de rock atmosférico con el que tanto identificaba su poesía. Algo parecido ocurre en "Correr", solo que esta vez se deja acompañar por unos golpes de silencio y compases asimétricos que dotan de otro ritmo a la confesión. Pero si hay un tema en “La tristeza de la Vía Láctea”, que nos acerca a Lewin como tahúr de la creatividad magna, capaz de alcanzar la genialidad con los dedos cuantas veces se terciara, ese es "Puter". Un pasaje disonante, sarcástico, divertido, hijo predilecto de la chispa inteligente y la calidad infinita de este alma sensible que leía la vida desde sus propias lentes. Una canción llena de magia.

Como si de un sastre se tratara, Lewin fue tejiendo “La tristeza de la Vía Láctea” con cada nota y con cada palabra un intimismo sobrecogedor que por momentos se abraza pasional al halo progresivo. Él era de los que integraba los valores irrefutables de la existencia en la cotidianidad. Capaz de hacer de lo complicado algo sutil, y de lo sencillo un cosmos complejo, eligió cantarle a la lealtad desde un tono más contundente.

El pasado día 16 de marzo el público abarrotó la sala Galileo Galilei de Madrid, en un concierto llevado a cabo por esos amigos con los que compartió escenarios y vida, que le rindieron tributo aquella noche y cada día en su memoria. Todos los demás hemos de agarrarnos a estas diez canciones ante las que sucumbimos sin remedio reafirmando lo que él mismo decía cuando las tenía entre sus manos: “este es el disco de mi vida”.

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