Secretos de guantera. En la carretera con Miguel Ríos (1) (Por Charly Hernández. Fotos: Luis Amador Castellano)


Miguel Ríos es esa clase de tipos que no conoce el envejecimiento pues el mejor bótox es el rock and roll. Pasando los sesenta años sigue machacando tablas atronando a la vez que revoluciona el pastoso cerebro de algún rancio con sordera crónica. Como una carretera que se pierde en el horizonte en la A-4, Miguel Ríos repasa con nosotros su mapa de carreteras personal, donde tiene cabida el rock, la política, el futuro y los sueños. Abróchense los cinturones, dejen las pastillas para el mareo y pisen el acelerador. Disfruten de la entrevista.

Ha pasado mucho tiempo desde que saliste de Granada, desde que ganaste tu primer sueldo con tu primer EP que fueron 3000 Ptas., y ahora has llegado hasta aquí. ¿Qué recuerdo tienes tú de aquella primera sensación, desde tu primer trabajo hasta ahora que vas a retirarte?
Bueno, la verdad es que sería para escribir un libro, daría para mucho. Yo creo que queda el mismo poder de fascinación que tenía y que sentía al principio. Tengo la posibilidad de elegir las dos fechas, la de empezar y la de terminar, y me siento muy bien eligiendo el momento en el que me despido. Siempre he sido muy pudoroso con respecto a mi estado de forma y no me apetece para nada dejar una imagen que no es la que le convenga a mi carrera, como una persona que se ha dedicado cincuenta años a este oficio. Eso de “una retirada a tiempo es la mejor de las victorias” me lo he tomado muy al pie de la letra.

Entrando un poquito en política… ¿Como viviste la época franquista? ¿Tuviste algún problema con las canciones a la hora de editarlas, pasando por el censor… o simplemente hacías música sin preocuparte por lo que había?
No es que te preocuparas por lo que había, es que lo que había se preocupaba por ti. Era imposible cantar una canción que no pasara por censura y, de hecho, la censura estuvo presente incluso después de que muriera Franco. La verdad que mi actitud política no fue tal hasta “Himno de la Alegría”. Pero, sin embargo, fuimos incómodos a la dictadura más que por una cuestión de ideologías por una de estéticas. El hecho de ir vestidos de forma estrafalaria para los gustos de aquel tiempo y de la gente en ese mundo gris de la dictadura, llevar el pelo largo… todo eso nos hacía ya enemigos públicos.
La verdad es que la dictadura estaba presente en todo, y las canciones tenían que pasar su censura. Incluso las actitudes en las actuaciones tenían que ser muy medidas, porque siempre había alguien vigilando y tenías que tener mucho cuidado en muchas cosas. También en el sentido de lo que cantabas, porque en todos los lados tenías que pasar la censura, en cualquier pueblo había que llevar las letras a la oficina que se encargaba de acudir a la Delegación de Información y Turismo, y ahí te autorizaban o no te autorizaban una canción determinada. Corrías el riesgo de poder cantar una canción en un pueblo y a lo mejor en el siguiente no te dejaban cantarla. O sea, que no había tampoco un criterio uniforme y nacional.
Fue muy incomodo pero también en cierta forma… cómo decirte… Franco, para la gente que no militamos en ningún tipo de organización clandestina, era simplemente una lucha contra el desafuero.

Ahora que has nombrado El Himno de la Alegría; fue tu mayor éxito en el año 69 de manera brutal porque el single llegó a venderse en Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia e incluso en Japón. ¿Cómo recibiste aquel torrente de éxito?
Ahora que has nombrado “El Himno de la Alegría”, fue tu mayor éxito en el año 69. Además de manera brutal, porque el single llegó a venderse en Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia e incluso en Japón. ¿Cómo recibiste aquel torrente de éxito?

La verdad es que fue como una lotería (risas). Lo hicimos aquí en castellano y de pronto empezaron a pedirnos que lo grabáramos en inglés; vinieron unos productores ingleses para que grabáramos con ellos, hice la grabación y de pronto salió en Holanda antes de editarse en otros países de Europa, más tarde en Estados Unidos, donde fue muy fuerte, en Alemania, donde estuvo número uno muchísimas semanas… Fue un éxito mundial que sucedió al mismo tiempo del flower power y creo que tenía que ver con los deseos de paz en el mundo. Estaba la guerra de Vietnam ahí por medio, y la canción era completamente pacifista. Encajaba perfectamente con el sonido de Mamas And The Papas, ese tipo de música hippie... Nosotros no esperábamos tantísimo éxito, y por eso digo que fue como una lotería, porque lo hicimos para consumirlo en el mercado local. Aquí tuvo éxito también, aunque hubo unas críticas bastante severas por parte de los sectores clásicos que se sintieron un poco atacados en la pureza del legado “Beethoviano”, pero yo creo, y me lo ha constatado gente, que nosotros despertamos el interés en que se escuchara la verdadera, la Novena Sinfonía de Beethoven, que sirvió un poco como incentivo para que la gente conociera la obra original.

Bien cierto es que la letra dice mucho sobre el ser humano, la necesidad de hermanarse con sus semejantes. ¿Crees que estamos perdiendo la conexión entre los humanos, la armonía que hace falta para que tengamos la paz que buscamos?
Claro, últimamente y yo creo que desde toda la historia de la humanidad. Porque Beethoven se basó en un poema de Schiller para hacer la Novena Sinfonía. Schiller ya detectaba y denunciaba la falta de humanismo. Yo creo que Beethoven consigue hacer
una pieza humanista como es la Novena Sinfonía, cargada de la esperanza en el futuro del ser humano, de la convivencia humana, del desarrollo, de la relación entre iguales, de la espiritualidad del ser humano como algo no inherente a la religión, sino inherente a la propia persona, a la dignidad. Cuando canto El Himno de la Alegría me sacude la emoción, y por eso siempre lo canto con la voluntad de no repetirlo, sino inventarlo cada vez.
Me apoyo mucho en ese sentimiento de que estoy cantando una pieza única para la dignidad del ser humano en el planeta. Y sí, es una total decepción en el hecho de que seamos tan torpes para llevarnos bien, de que estemos tan mal armados psicológica, espiritual y moralmente para no entender que el mal de cualquiera es tu propio mal, que esa gente que no puede dormir, que no puede comer, no tienen sitio donde desarrollarse, chavales que se prostituyen en África y en el tercer mundo, los que padecen pandemias acojonantes totalmente solucionables con unas medicinas que nosotros poseemos y ellos no… Todo ese tipo de injusticias y de insolidaridad que existe en el mundo debería simplemente poner las pilas a la gente que tiene el poder para solucionarlo, porque es solucionable. Está claro que lo que nos gastamos en armamento, o en organizar las reuniones del G-20, por ejemplo, con ese dinero le quitabas el hambre a Etiopía. O sea, todo ese tipo de derroche que hacemos en Occidente, con tanto boato y tan hortera, es dinero tirado. Simplemente con lo que nos sobra en nuestras mesas comería la gente más necesitada en la humanidad y creo que eso lo ve la gente golpeada, ahora la comunicación global hace que esté todo el mundo informado y en una aldea de Zambia alguien puede ver que aquí tiramos los platos llenos de comida. Ven el derroche de la abundancia y la gente se echa al mar y tiene todo el derecho a quitarnos el plato que vamos a tirar a la basura. A sí que yo creo que sí, que está muy mal construido el mundo y tiene muy pocas posibilidades el ser humano de ser feliz completamente o, por lo menos, de ser relativamente feliz mientras vea lo que suceda alrededor.
Ahora, si eres ese tipo de gente que te pones una venda y solo ves el pequeño mundo que te rodea y te aíslas, pues podrás ser feliz, pero eres culpable. Estar mal informado te hace una persona que no tiene mucho valor social. Creo que en ese sentido es muy importante que sepamos que este es el tiempo de buscar otro mundo más justo y otras posibilidades de desarrollo.

¿Qué significaron para ti los días 5 y 6 de marzo de aquel 1982?
Fue la grabación del Rock and Ríos en el pabellón del Real Madrid, ya no existe tal sitio. Fue una aventura realmente importante para mi carrera. Estuvimos ensayando sólo nueve días con una gran banda, músicos muy competentes y solidarios, por eso se pudo hacer, porque ellos eran realmente buenos. Grabamos en directo un disco para celebrar que llevaba 20 años ya en la música e hicimos el disco más celebrado por mis seguidores de todos los que he grabado. Dos noches espléndidas en las que lo pasamos muy bien y yo lo recuerdo con verdadero cariño.

Hablemos del nuevo disco; Memorias de la Carretera. Un temazo compuesto por Carlos Raya. Pienso que esta canción es una declaración de intenciones a cerca de lo que has vivido todos estos años entre giras y carretera. ¿Cómo querías enfocar todo esto al público que lo iba a escuchar por primera vez?
Es un recordatorio hacia mí mismo de lo que he vivido. La solidaridad, la cantidad de risas e ilusiones que hemos vivido… Para mí, la carretera es la metáfora de la vida. Quería que tuviera sentido para toda la gente que oyera la canción, que fuera coherente con mi vida. Y nada, le pasé el texto a Carlos Raya, me dijo que le gustaba mucho y empezó a poner música sobre el texto. Pero era más larga, yo lo había escrito como esas canciones de Dylan que se hacen eternas, que son casi salmodias.

Como Desolation Row, ¿no?
Exactamente. Pero luego nos dimos cuenta de que necesitábamos ser más económicos en cuanto a la duración del tema y bueno, creo que quedó una canción que me gusta mucho. Me parece una canción que de alguna forma como tú dices retrata un poco la vida que he vivido y la de la gente que me ha seguido.

Siguiendo con el disco; una de las canciones que más me gustan es El Ángulo Muerto, tema de Lapido. ¿Cómo adaptaste ese tema?
Ahora paso bastante tiempo en Granada, y con José Ignacio (Lapido) tengo bastante relación, me parece uno de los mejores músicos que hay en Granada y uno de los mejores compositores de España. Ahora mismo escribiendo rock hay muy poca gente que escriba con el sentido literario que tiene él, con esa visión tan personal de los textos. Es un tipo originalísimo en el planteamiento de sus historias.
Estuve en los ensayos de la grabación de su disco, Cartografía, que es en donde está En el Ángulo Muerto, y cuando empecé a grabar el Solo o en compañía de otros sentí que me apetecía mucho hacer una versión del tema. A él le pareció bien, así que nos metimos en el estudio con nuestros músicos y le dimos una vuelta un poco más blues, su versión es algo más étnica. Pero el tema es verdaderamente brutal, como todo el disco de José Ignacio. Lo recomiendo fervientemente a la gente que pueda hacerse con Cartografía porque tiene unas canciones increíbles. Soy un superfan de Lapìdo.

Además José Ignacio Lapido está como un poco olvidado, cuando estuvo con 091 también estuvieron en un segundo plano y ahora el está jugando en una división que digamos, tenía que estar más arriba.
Sí, pienso lo mismo. Es que cuando ves a la gente que está en la división de honor y luego ves a algunos que están en divisiones inferiores, hipotéticas divisiones, todo hay que decirlo… pues claro, uno se rasga las vestiduras porque dices, joder, si este es un nastuerzo que está aquí con un éxito acojonante y hay aquí tíos que le dan sopa con honda… pero creo que, en ese sentido, el rock ha perdido muchísima influencia en la sociedad. Pienso que la industria, salvo pocas excepciones, de lo primero que prescindió fue del rock cuando vinieron mal dadas. No es lo mismo grabar un disco con Lapido, pongo por caso, que tiene una idea que sabe cómo la va a hacer, que grabar con cualquier cantante latinizado, que canta música para la entrepierna mayormente y que le ponen cualquier productor que le dice qué grabar y cómo peinarse y no plantea ningún problema. Chicos dóciles para la máquina.
La industria se tiró por el lado más chungo de la música, el menos arriesgado, y empezaron a clonar lo que creían que tenía éxito que era la fórmula esta de Operación Triunfo. El rock ha perdido fuerza en la industria, pero, sin embargo, ahí tienes a gente que sigue tocando y sigue haciendo mejor que música que nunca, o sea, canciones como las que hace Lapido o canciones como las que hace Quique González. Siempre hemos estado unos cuantos haciendo canciones, pero ahora la abundancia, la actitud y la credibilidad que tienen la música y los músicos ahora… es estupenda. Sin embargo, tienen menos sitios donde actuar, menos medios donde se vean reflejados sus temas, cada vez existen menos vehículos de difusión para llegar a la gente, al gran público, e Internet es una cosa que está muy bien, pero claro, también para que te escojan a ti entre la inabarcable oferta, tienen que pasar muchas cosas. Ahora mismo lo malo de todo esa hornada de creadores es que, por desgracia, estamos en un momento que no sabes por dónde van a ir los tiros de nuestro oficio de creadores, no se sabes a qué carta quedarte. Realmente ahora mismo es un tiempo revolucionario donde, de alguna forma, se sabe que el formato CD va a desaparecer, pero no se sabe cómo la gente joven va a poder vivir de su trabajo en Internet. A la gente que le ha pillado justo creciendo creo les ha fastidiado.

Comentarios